10.2.15

Perspectiva de la desaparición

Sobre-vivir 

Los jugadores de cartas, Caravaggio, 1594.


Contempla la luz y admira su belleza. Cierra el ojo y mira; lo que viste antes ya no existe; y lo que verás luego no existe todavía. 
Leonardo da Vinci 


Las ventanas del dormitorio estaban cubiertas por telas de color gris, eran tan gruesas y pesadas que apenas se colaban algunos resquicios de sol. Era un internado para niñas de seis a doce años. No había muros sino divisiones a la altura de los hombros, les llamábamos mamparas, su interior era ocupado por nuestras cosas: jabón, champú, toallas y una muda de uniforme. No veíamos la T.V. ni escuchábamos música. En los pabellones cabían ocho camas de fierro y dábamos vuelta al colchón cada ocho días. Los horarios eran estrictos, nos levantaban a las cinco y dormíamos a las ocho —después de dar seis vueltas al patio central, casi siempre corriendo. Las tardes eran tan largas como nuestras ocurrencias. La comida no era mala: frijoles, pan, sopa de pasta, carne y gelatina. 

Del jardín saqueábamos insectos cara-de-niño, hormigas y arañas viudas, los metíamos en frascos de vidrio para contemplar su corta y extraña vida. Aprendí a hacer mazapanes y envolverlos en papel de china. También a superar los achaques de la amistad y la traición. La entrada de la luz al amanecer de los sitios en los que he vivido se oculta en algún recóndito paraje de la memoria, parecido a un bosque cuyo cielo está detrás de ramas y hojas. A través de los cristales del piso más alto, allí donde pasábamos la noche, se percibía la neblina de las cinco de la mañana, esa luz opaca impregnada de espesor y vigilia figuraba un recinto propio de lo antiguo. 

Antes del internado, habité, al menos, tres casas —ya perdí la cuenta del resto—, pero la forma de los días nuevos y su arribo se plasman de manera singular. Así como los rostros de gente que uno reconoce aún después de años. El internado me enseñó a mirar a las personas de cerca y a reír de sobra cuando está prohibido. 

Da Vinci tuvo bien a clasificar, en sus notas acerca de la pintura, tres naturalezas de la perspectiva: la lineal, la del color y, la que más afecto le tengo: la de desaparición. Esta última declara el cómo las cosas deben hacerse menos definidas mientras más se alejan, claro que los miopes sabemos de sobra a lo que se refiere. 

Lo complejo de su observación radica en los contornos, en hacer invisible la línea que separa los relieves. 

Llaman mi atención las bitácoras y el estudio de las formas de la naturaleza tanto en Leonardo da Vinci como en Kandinski; Da Vinci anotó que el punto no es parte de una línea, Kandinski aisló el punto no sólo como una expresión mínima, también lo dotó de conceptos al dibujar la línea transversal sobre temáticas como el tiempo y la música. En Punto y línea sobre el plano, Kandinsky vuelve perceptible la pulsación de la vida mediante la tensión de los detalles, sus cuadros son cómplices de la entropía, los trazos responden a la armonía de un tempo. Así pienso el amanecer, no importa tanto el sitio donde uno se encuentre sino la manera en la que los detalles nos circundan.  


P. D. Asistí a la exposición “Leonardo, Rafael, Caravaggio: una muestra imposible”, se trata de la reunión de 57 reproducciones de pinturas y frescos. No entré a la sala de Leonardo, había una multitud ansiosa de ver la Mona Lisa. Todo indica que fue un éxito. En tal sólo trece días, asistieron 23,942 personas.

Música de pie de página: Pixies: Indie City, disponible en http://youtu.be/PDa3cY7U6NA 

Ingrid Valencia 
22:52



Publicado en El Faro Cultural, Guadalajara, México, disponible en http://elfarocultural.com/2015/Perspectiva_de_la_desaparicion.html 

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